miércoles, 22 de julio de 2009

- Desde los afectos -

¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?

Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo.
Que nadie establece normas salvo la vida.
Que la vida sin ciertas normas pierde forma.
Que la forma no se pierde con abrirnos.
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.
Que no está prohibido amar.
Que también se puede odiar.
Que el odio y el amor son afectos.
Que la agresión porque sí, hiere mucho.
Que las heridas se cierran.
Que las puertas no deben cerrarse.
Que la mayor puerta es el afecto.
Que los afectos nos definen.
Que definirse no es remar contra la corriente.
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja.
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.
Que negar palabras implica abrir distancias.
Que encontrarse es muy hermoso.
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida.
Que la vida parte del sexo.
Que el "por qué" de los niños tiene un por qué.
Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad.
Que para saber todo de todos es curiosidad malsana.
Que nunca está de más agradecer.
Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo.
Que nadie quiere estar solo.
Que para no estar solo hay que dar.
Que para dar debimos recibir antes.
Que para que nos den también hay que saber como pedir.
Que saber pedir no es regalarse.
Que regalarse es en definitiva no quererse.
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos.
Que para que alguien sea hay que ayudarlo.
Que ayudar es poder alentar y apoyar.
Que adular no es ayudar.
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.
Que las cosas cara a cara son honestas.
Que nadie es honesto porque no roba.
Que el que roba no es ladrón por placer.
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo.
Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte.
Que se puede estar muerto en vida.
Que se siente con el cuerpo y la mente.
Que con los oídos se escucha.
Que cuesta ser sensible y no herirse.
Que herirse no es desangrarse.
Que para no ser heridos levantamos muros.
Que quien siembra muros no recoge nada.
Que casi todos somos albañiles de muros.
Que sería mejor construir puentes.
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve.
Que volver no implica retroceder.
Que retroceder también puede ser avanzar.
Que no por mucho avanzar se amanece cerca del sol.

¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida?

( Mario Benedetti )

miércoles, 8 de julio de 2009

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Ella lloró escuchando su canción, y
con su llanto me dictó la música y
la letra. Secó sus lágrimas con mi edredón, y mi guitarra y yo nos acostamos junto a ella.
Sol, fa bemol, mi menor... Un par de acordes y se emocionó Ameliè se enamoró, y si se enamora ella, me enamoro yo... me enamoro yo.
Llegó a mi vida por casualidad, aunque ninguno de los dos en ella confiemos.
Hay ciertas cosas que deben pasar, que sabio es el destino quiso que nos encontremos.
Ameliè, Rodrigo y yo, mirala que astuta la luna no pide cuentas al sol.
Y San Lorenzo lloró como Ameliè cuando escucho su canción... cuando escuchó su canción

Diga lo que diga, haga lo que haga,
la malabarista te conquista con miradas.
Porque tiene duende, porque tiene gracia,
miles de locuras y la suya la más sana.
Dos gomas para el pelo de color, disimulaban la fragilidad de su cabello.
Cada coleta tiene una razón, y no hay razón para que viva llena de complejos.
De pronto un día desapareció, a veces llama y dice"A ver cuando nos vemos" "Por mí mañana, y hoy por tí mi amor".
El caso es que al final ninguno de los dos lo hacemos...
Diga lo que diga, haga lo que haga, la malabarista te conquista con miradas. Porque tiene duende, porque tiene gracia, miles de locuras y la suya la más sana.
Ameliè se despidió...

miércoles, 1 de julio de 2009

2º Carrera ... y demás .


CAPÍTULO VI


LOS OJOS DEL ALMA CON QUE SE PERCIBE A DIOS




R.– Es razonable tu interés. Pues te promete la razón, que habla contigo, mostrarte a Dios como se muestra el sol a los ojos. Porque las potencias del alma son como los ojos de la mente; y los axiomas de las ciencias se asemejan a los objetos, iluminados por el sol para que puedan ser vistos, como la tierra y todo lo terreno. Y Dios es el sol que los baña con su luz. Y yo, la razón, soy para la mente como el rayo de la mirada para los ojos. No es lo mismo tener ojos que mirar, ni mirar que ver. Luego el alma necesita tres cosas: tener ojos, mirar, ver. El ojo del alma es la mente pura de toda mancha corporal, esto es, alejada y limpia del apetito de las cosas corruptibles. Y esto principalmente se consigue con la fe; porque nadie se esforzará por conseguir la salud de los ojos si no la cree indispensable para ver lo que no puede mostrársele por hallarse inquinada y débil. Y si cree que realmente, sanando de su enfermedad alcanzará la visión, pero le falta la esperanza de lograr la salud, ¿no es verdad que rechazará todo remedio, resistiéndose a los mandatos del médico?


A.– Así es ciertamente, sobre todo porque tales preceptos son difíciles para los enfermos.


R.– Ha de añadirse, pues, la esperanza a la fe.


A.– Sigo la misma opinión.


R.– Y si admite todo eso, animándole la esperanza de poderse curar, pero no desea la luz prometida y anda contenta en sus tinieblas, que con la costumbre se le han hecho agradables, ¿no es verdad que aborrecerá al médico?


A.– Ciertamente.


R.– Se requiere, pues, la tercera cosa, que es la caridad.


A.– Nada es tan necesario.


R.– Luego sin las tres cosas, ningún alma puede sanarse y habilitarse para ver, es decir, entender a Dios. Así, pues, cuando ya tenga sanos los ojos, ¿qué le faltará?


A.– Mirar.


R.– La mirada del alma es la razón; pero como no todo el que mira ve, la mirada buena y perfecta, seguida de la visión, se llama virtud; así, la virtud es la recta y perfecta razón. Con todo, la misma mirada de los ojos ya sanos no puede volverse a la luz, si no permanecen las tres virtudes: la fe, haciéndole creer que en el objeto de su visión está la vida feliz; la esperanza, confiando en que lo verá, si mira bien; la caridad, queriendo contemplarlo y gozar de él. A la mirada sigue la visión misma de Dios, que es el fin de la mirada (no porque ésta cese ya, sino porque no hay más que mirar). Esta es la verdadera y perfecta virtud: la razón que llega a su fin, premiada con la vida feliz. Y la visión es un acto intelectual que se verifica en el alma como resultado de la unión del entendimiento y del, lo mismo que para la visión ocular concurren el sentido y el objeto visible, y ninguno de ellos se puede eliminar, pena de anularla.




( fragmento de "Soliloquios" de San Agustín" . La segunda carrera a empezar el próximo año : Profesorado en Teología y Ciencias Sagradas )