miércoles, 1 de julio de 2009

2º Carrera ... y demás .


CAPÍTULO VI


LOS OJOS DEL ALMA CON QUE SE PERCIBE A DIOS




R.– Es razonable tu interés. Pues te promete la razón, que habla contigo, mostrarte a Dios como se muestra el sol a los ojos. Porque las potencias del alma son como los ojos de la mente; y los axiomas de las ciencias se asemejan a los objetos, iluminados por el sol para que puedan ser vistos, como la tierra y todo lo terreno. Y Dios es el sol que los baña con su luz. Y yo, la razón, soy para la mente como el rayo de la mirada para los ojos. No es lo mismo tener ojos que mirar, ni mirar que ver. Luego el alma necesita tres cosas: tener ojos, mirar, ver. El ojo del alma es la mente pura de toda mancha corporal, esto es, alejada y limpia del apetito de las cosas corruptibles. Y esto principalmente se consigue con la fe; porque nadie se esforzará por conseguir la salud de los ojos si no la cree indispensable para ver lo que no puede mostrársele por hallarse inquinada y débil. Y si cree que realmente, sanando de su enfermedad alcanzará la visión, pero le falta la esperanza de lograr la salud, ¿no es verdad que rechazará todo remedio, resistiéndose a los mandatos del médico?


A.– Así es ciertamente, sobre todo porque tales preceptos son difíciles para los enfermos.


R.– Ha de añadirse, pues, la esperanza a la fe.


A.– Sigo la misma opinión.


R.– Y si admite todo eso, animándole la esperanza de poderse curar, pero no desea la luz prometida y anda contenta en sus tinieblas, que con la costumbre se le han hecho agradables, ¿no es verdad que aborrecerá al médico?


A.– Ciertamente.


R.– Se requiere, pues, la tercera cosa, que es la caridad.


A.– Nada es tan necesario.


R.– Luego sin las tres cosas, ningún alma puede sanarse y habilitarse para ver, es decir, entender a Dios. Así, pues, cuando ya tenga sanos los ojos, ¿qué le faltará?


A.– Mirar.


R.– La mirada del alma es la razón; pero como no todo el que mira ve, la mirada buena y perfecta, seguida de la visión, se llama virtud; así, la virtud es la recta y perfecta razón. Con todo, la misma mirada de los ojos ya sanos no puede volverse a la luz, si no permanecen las tres virtudes: la fe, haciéndole creer que en el objeto de su visión está la vida feliz; la esperanza, confiando en que lo verá, si mira bien; la caridad, queriendo contemplarlo y gozar de él. A la mirada sigue la visión misma de Dios, que es el fin de la mirada (no porque ésta cese ya, sino porque no hay más que mirar). Esta es la verdadera y perfecta virtud: la razón que llega a su fin, premiada con la vida feliz. Y la visión es un acto intelectual que se verifica en el alma como resultado de la unión del entendimiento y del, lo mismo que para la visión ocular concurren el sentido y el objeto visible, y ninguno de ellos se puede eliminar, pena de anularla.




( fragmento de "Soliloquios" de San Agustín" . La segunda carrera a empezar el próximo año : Profesorado en Teología y Ciencias Sagradas )

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